sábado

ART & LITERATURA


Teresa Wims Montt

Por Karin Artigas
“Nada tengo, nada dejo, nada pido.Desnuda como nací me voy,tan ignorante de lo que en el mundo había.Sufrí y es el único bagaje que admitela barca que lleva al olvido”.Estas fueron los primeros versos de Teresa Wilms Montt que leí hace algún tiempo. La fuerza, la desolación, el desencanto, llamaron profundamente mi atención. Pensé que por el color de la poesía podía ser algún escrito de Pablo de Rokha, sin embargo se apreciaba inequívocamente que era una mujer.Ser mujer y escritora en la época de Teresa Wilms no era nada fácil, sobre todo si se trataba de una aristócrata que estaba condenada a ser madre y brillar en sociedad como acompañamiento de su marido. Desafortunadamente o afortunadamente, según el lado que se mire, no fue el caso de esta admirable personalidad que al poco tiempo de contraer matrimonio con “ese pobre imbécil” (así describía al marido que la maltrataba), dejó claro que no era una más de la corte de mujeres gomero que frecuentaba la sociedad chilena.Comenzó a participar en tertulias y ateneos, adscribiéndose a los ideales anarquistas y a la masonería. Sumado todo esto a una fuerte personalidad, pronto los problemas matrimoniales se dejaron ver. Ya que Teresa no entraba en razón, el esposo convocó a un tribunal familiar que determinó que lo mejor era enclaustrar a la esposa descarriada y quitarle a sus dos hijas.He aquí cuando aparece otro poeta de la época, su gran amigo Vicente Huidobro y la ayuda a escapar, disfrazada de viuda rumbo a Buenos Aires.Durante su encierro, comienza a escribir un diario donde expresa sus sentimientos por la pérdida de sus dos hijas, la separación de Vicente Balmaceda y las motivaciones de su intento de suicidio el 29 de marzo de 1916.Su espíritu transgresor, castigado por la moral victoriana del arribismo chileno, encuentra un poco de paz en el autoexilio que comenzó en Argentina. Su peregrinar por ciudades tales como; Barcelona, Madrid, Nueva York, Paris y Londres, le permitieron desarrollar una brillante carrera literaria, colaborando en distintos periódicos y revistas.Todo este mundo de bohemios e intelectuales, la alegría de ser la niña mimada de las tertulias y la felicidad de estar encumbrada entre grandes artistas de la época, no disminuyeron su sensación de soledad y desolación. Eso se deja ver en su diario, que jamás dejó de escribir.Teresa Wilms publicó una variedad de obras, entre las que se cuentan:“Inquietudes Sentimentales”, conjunto de cincuenta poemas con rasgos surrealistas que gozó de un éxito arrollador en los círculos intelectuales de la sociedad bonaerense.“Los tres cantos”, obra en la que exploró el erotismo y la espiritualidad.“Cuentos para hombres que todavía son niños”., en él, evocó su infancia y algunas experiencias vitales, en narraciones de gran originalidad y fantasía.“Inquietud del mármol”, que se publicó en Barcelona y constituyó una elegía de tono lírico, compuesta por 35 fragmentos, cuyo motivo central fue la muerte. Escrita en primera persona, enfocó su interés en el rol mediatizador del amor de la vida y la muerte.“Anuarí”, obra inspirada en un romance que mantuvo con un joven bonaerense que se suicidó."Lo que no se ha dicho”, obra póstuma donde se incluye trozos de: "Páginas de mi diario", "Con las manos juntas", "Los tres cantos", "Del diario de Sylvia" y "Anuarí".En 1920 se reúne con sus hijas en París, sin embargo después de su partida enfermó gravemente. En esta gran crisis consumió una fuerte dosis de veronal, falleciendo el 24 de diciembre de 1921, a los 28 años.A continuación algunos fragmentos de su diario:Iquique 1915“Vivíamos en un hotel de mala muerte, pero el mejor del puerto, rodeado de toda clase de hombres extranjeros y chilenos, comerciantes, médicos, periodistas, literatos, poetas, etcétera. Una Vie de boheme, más o menos. La noche era para charlar, el día para dormir, la tarde para escribir. Yo era la única de sexo femenino en aquellas reuniones y así era demasiado consentida, pues todo me lo celebraban. Yo abusaba del licor, de los cigarrillos, del éter etc, etc. También me gastaba ideas anarquistas y hablaba con el mayor desparpajo de la religión, y participaba de las ideas de la masonería. Escribía para los diarios, daba conciertos.Mi opinión sobre las mujeres es tristísima y muchas veces me avergüenzo de ser mujer... Sin ser malas lo aparentan, son débiles, orgullosas, profundamente estúpidas y vanas. ¡Son animales de costumbre!Los hombres son malos de veras, viciosos, insensibles y egoístas. Son incapaces de un sentimiento delicado, que no sea para ellos mismos; pero son superiores.... Cuando los veo elegantísimos, irreprochables, diviso a través de su indumentaria al mono, a la bestia carnívora, hambrienta y lujuriosa....Es claro que en ambos casos hay excepciones, pero son las pocas.”Enero 13. 1917. Buenos Aires“Aprovechándome del frío y de la cómoda postura (casi a horcajadas en un aparador), sin pedir permiso, me apropio de una botella de whisky. ¡Oh whisky, supremo pacificador, en invierno calientas, en verano refrescas y en toda estación eres un buen tónico para los que padecemos Spleen. Después de haberte creado la Inglaterra puede llamarse inmortal!Espero con verdadero terror la sorpresa que me proporcionará mi compañera de cabina. Ninguna de las que veo – y son muchas- me parece aceptable en la intimidad....... El whisky no está malo, algo así como deseos de reír me acaricia en la garganta.Que ridícula parece la llorona americana con los ojos corridos de tintura negra abrazada a una jaula con un loro. ¡Jesús otro loro! ¿pero que tienen las mujeres cuarentonas con los loros? ¿Qué poder misterioso ejerce en ellas el extraño pajarraco de plumaje verde? Acaso sea porque el verde es símbolo de la esperanza y ellas todavía esperan al que no se atrevió...”Octubre 14, 1919. Londres.“Hoy a las cuatro de la tarde decido mi viaje a Epaña. Más bien dicho, lo decide el prestamista en cuyas manos he dejado hasta la camisa.Londres se agita bajo sus harapos de hollín y niebla. Los gorriones de mi alero han desaparecido, dejando en los huequitos del balcón sus plumitas de seda.Mi vieja vecina de la lechería – teje rubicunda Penélope-; tal vez por obra de los duendes su labor jamás avanza.Alguien toca a mi puerta. ¿será el dinero o el amor?...”En las últimas páginas de su diario, escribió: "Morir, después de haber sentido todo y no ser nada...".

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